Socialismo cristiano.
El cristianismo, es una doctrina que habla sobre la
igualdad espiritual dentro de la desigualdad. Ha significado un hito importante
dentro de la civilización occidental, desde que, en 313 d.C., Constantino, por
medio del Edicto de Milán, diera la libertad de cultos y protegiese a los
cristianos; posteriormente, en 381 d.C. Teodosio la convirtió en la religión
oficial del imperio romano.
Mucho se ha discutido sobre su papel social en la antigüedad
como aparece en los escritos de San Crisóstomo, Basilio y Ambrosio entre otros.
Su importancia se vio acrecentada con la primera
expansión europea, cuando los pueblos descubiertos tuvieron que adoptar para sí
la religión de sus conquistadores. Sin embargo, a partir del Renacimiento esta
situación comenzó a variar por el auge
del individualismo y las diferentes reformas, por lo que, ya para los años
posteriores a 1860, muchos habían dejado de considerar a la religión como una
verdadera guía.
Socialismo cristiano
En el siglo XIX la religión se veía amenazada,
las teorías de Darwin sobre la evolución de las especies, las constantes
críticas y estudios sobre la Biblia que ponían en tela de juicio las verdades
que sustentaba el cristianismo y, por último, el mismo progreso material, el
éxodo campesino y las condiciones de vida hacían que se quebrantasen los lazos
religiosos.
La Iglesia, en su papel religioso, debía de dar una
respuesta a las nuevas situaciones generadas por la Revolución Industrial, pues
estas consecuencias traspasaban los límites de lo económico para tener
repercusiones en lo político, social y moral. Es por esto que, cuando los
antagonismos de la cuestión obrera llegaron a su punto álgido, la Iglesia
consideró su deber dar alguna respuesta a esta problemática.
Así, como en una nueva Cruzada, la Iglesia se aprestó a
rescatar los valores cristianos, además, hay que añadir que debía hacerle
frente a las soluciones aportadas por el socialismo científico, las cuales
atentaban contra la misma institución y atraían a las masas obreras de
cristianos ofreciéndoles una rápida solución a su precaria existencia.
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Philippe Joseph Bouchez |
Entre los iniciadores de esta tendencia podemos señalar
a los franceses Philippe Joseph Buchez, fundador del periódico L’Atelier, que
se constituyó en órgano de los trabajadores y al sacerdote católico Robert de Lammenais, quien, a
principios del siglo XIX, comenzó un movimiento
cuyo interés principal se centraba en la búsqueda del camino para que la Fe
cristiana sirviera para reformar la sociedad y frenar las injusticias sociales.
Según Lammenais, la Iglesia debería de ocuparse de los
pobres y desamparados para así ganar su apoyo.
Al principio el Papa dio su apoyo a este movimiento y
Lammenais obtuvo una gran influencia dentro de la Iglesia católica; sin
embargo, cuando estas ideas comenzaron a radicalizarse y a exigir que la
Iglesia asumiese los postulados de la Revolución Francesa, el Papa le retiró su
apoyo y el movimiento fracasó.
De Francia el
movimiento se extendió a Inglaterra donde, en 1848, se revelaron la ideas de
los protestantes Charles Kingsley, Frederic Deninson Maurice y John Ludlow; quienes
decidieron escribir y publicar en 1848 Politics for the people, cuya idea
principal era la regeneración moral mediante un despertar de la conciencia
social. En una segunda fase, este grupo de socialistas
trató, al igual que Louis Blanc en Francia, de establecer asociaciones
cooperativas. En 1850 se creó la Sociedad
para la promoción de las asociaciones de los trabajadores y trabajaron
arduamente por la legalización de las cooperativas.
En Alemania, surgieron las tentativas de Monseñor
Wilhem Von Ketteler y de Franz Hitze.
Para el cristianismo, la cuestión social sólo era una
consecuencia de las injusticias causadas por los excesos del capitalismo
liberal. En 1864, Pío IX, en su "Syllabus de Errores", había
criticado al liberalismo y a la civilización moderna, señalando que se debían
rescatar los valores originales de la doctrina de Cristo sobre la igualdad del
hombre, el amor a los semejantes, la caridad y la justicia.
Posición política de la Iglesia
El Papa León XIII, sucesor de Pío IX, el 15 de mayo de
1891, publicó su conocida encíclica Rerum
Novarum (De Las Cosas Modernas), la cual constituye una resurrección de la
filosofía medieval de Santo Tomás de Aquino.
En este documento, se evidenciaba la gravedad de la
cuestión social, se reconocía la propiedad privada como un derecho natural, a
pesar de que criticaba la excesiva ganancia, repudiaba la doctrina de Marx
sobre la lucha de clases.
Sobre el socialismo científico, establece que es: un
remedio perjudicial al obrero, un remedio injusto y subversivo; concluye esta
exposición señalando:
Todas
estas razones dan derecho para concluir que la abolición de la propiedad
privada, sustituyéndola por la comunidad de bienes, como lo propone el
socialismo, se debe rechazar, porque daña a los mismos a quienes se trata de
socorrer; pugna con los derechos naturales de los individuos y perturba las
competencias del Estado y la tranquilidad común. Quede, pues, asentado que
cuando se busca el modo de aliviar a los pueblos, lo que principalmente y como
fundamento de todo lo que se ha de tener, es esto: que se debe guardar intacta
la propiedad privada...[1]
Se pedía a los patronos que respetarán la dignidad
humana de los obreros e incitaba a estos últimos a recordar que existe una
desigualdad natural entre los hombres; sostenía que el trabajo es penoso porque
es expiatorio, que las aflicciones son inherentes a la condición humana y
exaltaba la concordia entre las clases.
Como posibles soluciones, se presentaban la definición
de las relaciones entre el capital y el trabajo, estableciendo los deberes
entre los obreros y los patronos y los cuidados que estos deben proporcionar a
sus asalariados; señalaba el verdadero destino de la vida presente, inculcaba a
los ricos sus deberes de justicia y caridad, consolaba a los pobres y
determinaba que el cumplimiento de los preceptos cristianos engendraría la
verdadera fraternidad.
Así mismo, se hacía hincapié en la posición de la
Iglesia ante estos problemas y cuya acción debería ir enfocada a la reforma de
la sociedad, la moralización de los individuos y la institución de obras de
caridad.
Sostenía que esta acción espiritual debería ir
acompañada de otras medidas prácticas como la intervención del Estado, que:
Promueva
la prosperidad pública y privada de todas las clases, particularmente de la
proletaria;... porque su oficio es atender al bien común[2].
Por lo que el Estado debía proteger por igual a los
proletarios y a los capitalistas, definiendo sus relaciones, normas y leyes
laborales, incluso educando a la masa para que pudiera aspirar a una vida
mejor.
Defendía el derecho a la asociación que estaba
consagrado en la Biblia. Las uniones deberían estar formadas tanto por los
empleadores como por la clase obrera, a fin de defender sus derechos y ayudarse
en casos de dificultad; recomendaba las asociaciones de socorros mutuos y los
seguros.
Concluye con la idea del bien común, el cual se logra
por medio de la caridad y la justicia.
De esta Encíclica se originó la llamada Doctrina Social
de la Iglesia y de acuerdo a ella se organizaron algunos movimientos de
Socialismo Católico.
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Papa Pio XI |
La esencia de este documento fue confirmada, cuarenta
años después por el Papa Pío XI en la Encíclica Cuadragesimo Anno, del 15 de mayo de 1931. En ella se hace un
balance de los logros obtenidos hasta ese momento.
En líneas generales, el llamado socialismo cristiano
del siglo XIX, no se interesó mucho por la acción política ni, mucho menos, por
realizar un cambio en las estructuras sociales. Tenía, más bien, una posición
de carácter reformista.
Su acción se limitaba a criticar a los excesos del
liberalismo económico, a proclamar el derecho de los trabajadores a una justa
remuneración y a otras compensaciones; sin embargo, no propusieron la abolición
de la propiedad privada, ni la revolución o la huelga como posibles vías de
solución a los conflictos laborales.
Promovieron la educación, dentro de los principios
cristianos, como una forma de exaltar los valores espirituales y morales. Su
mayor aporte a la solución de la
cuestión social consistió en su apoyo al cooperativismo y a algunos aspectos
del sindicalismo.
[1]
León XIII, "Rerum Novarum", en "Encíclicas", Editora de
Periódicos SCE La Prensa ,
México, 1962, pag 24.
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