martes, 22 de noviembre de 2016

Socialismo cristiano

Socialismo cristiano.

El cristianismo, es una doctrina que habla sobre la igualdad espiritual dentro de la desigualdad. Ha significado un hito importante dentro de la civilización occidental, desde que, en 313 d.C., Constantino, por medio del Edicto de Milán, diera la libertad de cultos y protegiese a los cristianos; posteriormente, en 381 d.C. Teodosio la convirtió en la religión oficial del imperio romano.

Mucho se ha discutido sobre su papel social en la antigüedad como aparece en los escritos de San Crisóstomo, Basilio y Ambrosio entre otros.

Su importancia se vio acrecentada con la primera expansión europea, cuando los pueblos descubiertos tuvieron que adoptar para sí la religión de sus conquistadores. Sin embargo, a partir del Renacimiento esta situación comenzó a variar por  el auge del individualismo y las diferentes reformas, por lo que, ya para los años posteriores a 1860, muchos habían dejado de considerar a la religión como una verdadera guía.

                                                                          Socialismo cristiano 

En el siglo XIX la religión se veía amenazada, las teorías de Darwin sobre la evolución de las especies, las constantes críticas y estudios sobre la Biblia que ponían en tela de juicio las verdades que sustentaba el cristianismo y, por último, el mismo progreso material, el éxodo campesino y las condiciones de vida hacían que se quebrantasen los lazos religiosos.

La Iglesia, en su papel religioso, debía de dar una respuesta a las nuevas situaciones generadas por la Revolución Industrial, pues estas consecuencias traspasaban los límites de lo económico para tener repercusiones en lo político, social y moral. Es por esto que, cuando los antagonismos de la cuestión obrera llegaron a su punto álgido, la Iglesia consideró su deber dar alguna respuesta a esta problemática.

Así, como en una nueva Cruzada, la Iglesia se aprestó a rescatar los valores cristianos, además, hay que añadir que debía hacerle frente a las soluciones aportadas por el socialismo científico, las cuales atentaban contra la misma institución y atraían a las masas obreras de cristianos ofreciéndoles una rápida solución a su precaria existencia.

Philippe Joseph Bouchez
Entre los iniciadores de esta tendencia podemos señalar a los franceses Philippe Joseph Buchez, fundador del periódico L’Atelier, que se constituyó en órgano de los trabajadores y al sacerdote católico Robert de Lammenais, quien, a principios del siglo XIX, comenzó un  movimiento cuyo interés principal se centraba en la búsqueda del camino para que la Fe cristiana sirviera para reformar la sociedad y frenar las injusticias sociales.

Según Lammenais, la Iglesia debería de ocuparse de los pobres y desamparados para así ganar su apoyo.

Al principio el Papa dio su apoyo a este movimiento y Lammenais obtuvo una gran influencia dentro de la Iglesia católica; sin embargo, cuando estas ideas comenzaron a radicalizarse y a exigir que la Iglesia asumiese los postulados de la Revolución Francesa, el Papa le retiró su apoyo y el movimiento fracasó.

De Francia  el movimiento se extendió a Inglaterra donde, en 1848, se revelaron la ideas de los protestantes Charles Kingsley, Frederic Deninson Maurice y John Ludlow; quienes decidieron escribir y publicar en 1848  Politics for the people, cuya idea principal era la regeneración moral mediante un despertar de la conciencia social. En  una segunda fase, este grupo de socialistas trató, al igual que Louis Blanc en Francia, de establecer asociaciones cooperativas. En 1850 se creó la Sociedad para la promoción de las asociaciones de los trabajadores y trabajaron arduamente por la legalización de las cooperativas.

En Alemania, surgieron las tentativas de Monseñor Wilhem Von Ketteler y de Franz Hitze.

Para el cristianismo, la cuestión social sólo era una consecuencia de las injusticias causadas por los excesos del capitalismo liberal. En 1864, Pío IX, en su "Syllabus de Errores", había criticado al liberalismo y a la civilización moderna, señalando que se debían rescatar los valores originales de la doctrina de Cristo sobre la igualdad del hombre, el amor a los semejantes, la caridad y la justicia.

                                                                           Posición política de la Iglesia

El Papa León XIII, sucesor de Pío IX, el 15 de mayo de 1891, publicó su conocida encíclica Rerum Novarum (De Las Cosas Modernas), la cual constituye una resurrección de la filosofía medieval de Santo Tomás de Aquino.

En este documento, se evidenciaba la gravedad de la cuestión social, se reconocía la propiedad privada como un derecho natural, a pesar de que criticaba la excesiva ganancia, repudiaba la doctrina de Marx sobre la lucha de clases.

Sobre el socialismo científico, establece que es: un remedio perjudicial al obrero, un remedio injusto y subversivo; concluye esta exposición señalando:

Todas estas razones dan derecho para concluir que la abolición de la propiedad privada, sustituyéndola por la comunidad de bienes, como lo propone el socialismo, se debe rechazar, porque daña a los mismos a quienes se trata de socorrer; pugna con los derechos naturales de los individuos y perturba las competencias del Estado y la tranquilidad común. Quede, pues, asentado que cuando se busca el modo de aliviar a los pueblos, lo que principalmente y como fundamento de todo lo que se ha de tener, es esto: que se debe guardar intacta la propiedad privada...[1]

Se pedía a los patronos que respetarán la dignidad humana de los obreros e incitaba a estos últimos a recordar que existe una desigualdad natural entre los hombres; sostenía que el trabajo es penoso porque es expiatorio, que las aflicciones son inherentes a la condición humana y exaltaba la concordia entre las clases.

Como posibles soluciones, se presentaban la definición de las relaciones entre el capital y el trabajo, estableciendo los deberes entre los obreros y los patronos y los cuidados que estos deben proporcionar a sus asalariados; señalaba el verdadero destino de la vida presente, inculcaba a los ricos sus deberes de justicia y caridad, consolaba a los pobres y determinaba que el cumplimiento de los preceptos cristianos engendraría la verdadera fraternidad.

Así mismo, se hacía hincapié en la posición de la Iglesia ante estos problemas y cuya acción debería ir enfocada a la reforma de la sociedad, la moralización de los individuos y la institución de obras de caridad.

Sostenía que esta acción espiritual debería ir acompañada de otras medidas prácticas como la intervención del Estado, que:

Promueva la prosperidad pública y privada de todas las clases, particularmente de la proletaria;... porque su oficio es atender al bien común[2].

Por lo que el Estado debía proteger por igual a los proletarios y a los capitalistas, definiendo sus relaciones, normas y leyes laborales, incluso educando a la masa para que pudiera aspirar a una vida mejor.

Defendía el derecho a la asociación que estaba consagrado en la Biblia. Las uniones deberían estar formadas tanto por los empleadores como por la clase obrera, a fin de defender sus derechos y ayudarse en casos de dificultad; recomendaba las asociaciones de socorros mutuos y los seguros.

Concluye con la idea del bien común, el cual se logra por medio de la caridad y la justicia.

De esta Encíclica se originó la llamada Doctrina Social de la Iglesia y de acuerdo a ella se organizaron algunos movimientos de Socialismo Católico.

Papa Pio XI
La esencia de este documento fue confirmada, cuarenta años después por el Papa Pío XI en la Encíclica Cuadragesimo Anno, del 15 de mayo de 1931. En ella se hace un balance de los logros obtenidos hasta ese momento.

En líneas generales, el llamado socialismo cristiano del siglo XIX, no se interesó mucho por la acción política ni, mucho menos, por realizar un cambio en las estructuras sociales. Tenía, más bien, una posición de carácter reformista.

Su acción se limitaba a criticar a los excesos del liberalismo económico, a proclamar el derecho de los trabajadores a una justa remuneración y a otras compensaciones; sin embargo, no propusieron la abolición de la propiedad privada, ni la revolución o la huelga como posibles vías de solución a los conflictos laborales.

Promovieron la educación, dentro de los principios cristianos, como una forma de exaltar los valores espirituales y morales. Su mayor aporte  a la solución de la cuestión social consistió en su apoyo al cooperativismo y a algunos aspectos del sindicalismo.




[1] León XIII, "Rerum Novarum",  en "Encíclicas", Editora de Periódicos SCE La Prensa, México, 1962, pag 24.
 [2] Ibid, pág 37.

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