martes, 22 de noviembre de 2016

Socialismo utópico

Socialismo utópico



La paternidad del término se atribuye a Jerome Blanqui en el año de 1839 y, más tarde, fue consolidado por Carlos Marx  y Federico Engels en su Manifiesto Comunista. Tiene su origen en la ya mencionada obra de Tomas Moro, Utopía, escrita en 1516.

Utopía es una palabra que proviene del griego, compuesta por el prefijo ou, que significa negación y topos, lugar;  y significa no lugar.

El término fue acuñado por Engels  para designar a los socialistas anteriores al pensamiento marxista, al cual consideraban científico, en contraposición con ideas soñadoras de los primeros.

Estos autores parten de una reflexión sobre la realidad política, económica y social de su entorno y, bajo el espíritu de las ideas de la Ilustración y la Revolución Francesa, proponen una nueva forma de organización social basada en la fraternidad. Entre la larga lista de pensadores que pueden clasificarse como socialistas utópicos podemos señalar como algunos de los más significativos a los siguientes:
  

En primer lugar, destaca el Conde Henri de Saint Simon (1760-1825), quien pretendía ser llamado el primer socialista y hacía una fuerte defensa de la industrialización; consideraba que la fraternidad debía ser el motor de las actividades humanas, intentó encontrar en la industrialización la solución de los problemas sociales buscando un principio ordenador.

Su pensamiento, de base cristiana, se encuentra en las obras Catecismo político de los Industriales, de 1819.

Para él, el individuo debería estar supeditado al bien colectivo y la felicidad consistiría en el aporte que cada hombre pudiese realizar en bien de la comunidad; Dividió la sociedad en dos grandes grupos: los científicos (artistas, inventores, industriales y empresarios) y los ociosos (terratenientes y nobles).

A continuación podrás leer algunos de sus párrafos:

“Supongamos que Francia perdiera súbitamente a sus cincuenta primeros médicos, sus cincuenta primeros químicos, sus cincuenta  primeros fisiólogos, sus cincuenta primeros mecánicos (aquí sigue Saint Simon enumerando profesiones por cincuentenas); sus cincuenta primeros banqueros, sus cincuenta primeros albañiles (aquí otra larguísima lista de cincuentenas) la nación acabaría por ser un cuerpo sin alma.
Admitamos que Francia conserve todos los hombres de genio que posee, pero que tenga la desgracia de perder, el mismo día, al señor hermano del rey, al señor Duque de Angulema, al señor Duque de Berry, al señor Duque de Orléans (nueva lista), y, además a sus 10.000  propietarios más ricos, el estado no sufriría ningún daño político”[1]

De este texto entendemos que, lo que verdaderamente es significativo para una nación, es la cantidad de individuos que puedan aportar algún tipo de trabajo para la sociedad. El Estado debería organizar la sociedad en función del bienestar común y esto sólo se lograría con un Estado gobernado por los científicos o industriales. Entre ellos las decisiones serían tomadas por los más capacitados.

Su igualitarismo no se contradice con el concepto de la propiedad privada, pues creía en la bondad de ésta, "a cada quien según su mérito". Los miembros de una sociedad debían producir de acuerdo a sus aptitudes, pero la diferencia de la remuneración no debería llegar a crear clases antagónicas, sino que estaría de acuerdo con una igualdad de oportunidades.

En la obra de Saint Simon El Nuevo Cristianismo se pretende demostrar la necesidad de una nueva escala de valores y, sobre todo, la elaboración de un nuevo código de ética basado en la búsqueda del bien común. Según esta teoría los esfuerzos de la sociedad deberían estar encaminados a favorecer al más numeroso aunque más débil, el proletariado, el cual constituía la clase que tenía en sus manos el desarrollo futuro de la sociedad; es una adaptación de la cristiandad basada en la ciencia.

Estas ideas tuvieron acogida en sus discípulos: Augusto Comte, Ferdinand de Lesseps, Saint Beuve, Benjamín Buchez, Olinde Rodríguez y  Prosper Enfantin, quienes hicieron de saintsimonismo una especie de religión, abogaron por la abolición de la propiedad privada, propusieron la eliminación de los derechos de herencia y la nacionalización de los capitales.
Sin embargo, la radicalización de estos postulados significó la disgregación de los diversos grupos y, muchos de ellos, se convirtieron en prósperos hombres de negocio.

Charles Fourier (1772-1837), al contrario de Saint Simon, no creía ni en el industrialismo ni en las generalizaciones. Entre sus obras principales están la  Teoría de los cuatro movimientos y el Nuevo Mundo Industrial de 1829, donde sostenía que si los individuos conseguían su felicidad, la sumatoria de estas felicidades individuales, daría como resultado una sociedad venturosa y satisfecha; por lo que la nación debería estar en función al desarrollo de los individuos.

Criticaba duramente el mecanismo de competencia en las fábricas, él mismo había fracasado en los negocios, y sus consecuencias: la automatización, la producción a gran escala y la centralización. No se interesaba por la ciencia y la tecnología y no le agradaban los sansimonianos.

Planteaba que el hombre es bueno por naturaleza, que debía volver a la vida natural, a la vida agraria y  que todos los deseos del hombre, si estaban bien encaminados, conducirían al bien de la sociedad.

Su innovadora propuesta fueron los falansterios, que consistían en cooperativas de producción y consumo, dirigidas por un omniarca, se autoabastecían, carecían de vínculos con el gobierno y la propiedad privada quedaría repartida. Estas pequeñas comunidades, de aproximadamente unos 100.000 acres de tierra periférica, crearían lentamente un cambio en las estructuras sociales. Los miembros de los falansterios compartirían todo lo producido, cada uno escogería tanto su forma de vida como la actividad que desarrollaría; por lo que el trabajo pasaría de ser una obligación a ser un placer.

La educación vocacional desde la edad temprana tendría por objeto la definición del trabajo. Fourier determinó la cantidad exacta de falansterios que deberían existir en el mundo: unos 2.985.984. Su visión lo llevó, no sólo a pormenorizar las grandes obras que el hombre realizaría en la tierra, sino también a describir la vida de habitantes de otros planetas.

Algunos de sus discípulos, como Albert Brisbane, Horace Greely y Hugh Doherty, aprovecharon lo que de posible contenía su doctrina y otros como Godin, en Suiza, con  su "familisterio", realizaron experimentos fourieristas. El francés Victor Considérant, quien probablemente tuvo alguna influencia sobre Marx, tomó el garantismo como un antecedente del moderno derecho al trabajo. No sólo en Francia se sintió la influencia de las ideas de Fourier, sino que también, en México y los Estados Unidos, entre los años 1841 y 1844 fueron fundados unos 40 falansterios.

Robert Owen (1771-1858) era un próspero industrial inglés dedicado a los textiles y, puede señalarse, como uno de los utópicos que llevó a cabo algunas de sus ideas.

En 1800, se estableció en New Lanark (Inglaterra) y allí, no sólo se dedicó a la producción, sino que también se interesó por el desarrollo y el bienestar de sus empleados. Owen abrió tiendas en donde los obreros podían adquirir las mercancías a bajos precios, fundó escuelas para sus hijos, construyó viviendas higiénicas e instauró comedores en las fábricas.

Creía en la educación y en la formación; se basaba en la idea de que sin prosperidad y abundancia no se podía mejorar las condiciones de vida y que los obreros, una vez integrados a este sistema, incluso, corresponderían con un aumento de la producción.
       
Al igual que Fourier, creía en las pequeñas comunidades, las cuales al alcanzar el éxito promoverían un cambio pacífico en las estructuras sociales existentes.

Al enfrentarse a la realidad, radicalizó sus ideas en su obra El Sistema Social de 1821, en la que hizo proposiciones comunistas.

A pesar de que logró demostrar la viabilidad de algunas de sus ideas, Owen fracasó, ya que la mentalidad de los obreros no respondió a las nuevas condiciones y, por otra parte, los empresarios e industriales que estaban a su alrededor se vieron afectados económicamente y conspiraron en su contra; especialmente no enviándole materia prima para que sus industrias funcionaran.

 Owen buscó en América el lugar adecuado para la realización de sus ideales, en Indiana fundó la sociedad Nueva Armonía, la cual también fracasó.

Al regresar a Inglaterra, y, gracias a los adelantos del movimiento sindical, Owen pudo ver el éxito de sus ideas y se colocó a la cabeza del movimiento. Hacia 1833 fundó la Grand Consolidated Trades Union, la cual constituyó el origen de los sindicatos ingleses; así mismo se le considera el padre del cooperativismo.

Otros pensadores

Pierre Joseph Proudhon (1809-1865) quien despreciaba a los constructores de sueños;  en sus obras El Principio Federativo y ¿Qué es la Propiedad? sostenía que "la propiedad es un robo" y surgía  del derecho de los más fuertes. A pesar de esta  idea  exhibía una actitud semejante a los anteriores con respecto a la propiedad privada, pues lo que realmente combatió fue el abuso que de ella se hacía.

Criticó a la democracia, desconfió del Estado y de la centralización; pero a pesar de esto, reconoció la necesidad de una legislación que garantizara las bases de su sistema.

Consideraba la familia como un grupo patriarcal, en cuyo seno y  no en las asociaciones se encontraría la solución a los graves problemas sociales de la época.

El Estado debería  establecer créditos gratuitos para que así el trabajo y no la propiedad fuese la única fuente de riqueza. Propuso la asociación mutualista o Banco del Pueblo, la cual se basaba en agrupaciones de productores y consumidores para establecer lo que él denominó “el cambio mutuo’’, es decir, el intercambio y sostuvo la necesidad de una reforma del aprendizaje.

Fue contrario a la Iglesia católica y al nuevo cristianismo de los sansimonianos. Criticó duramente a la Iglesia en su obra La Justicia en la Revolución y en la Iglesia, publicada en 1858; sin embargo, no negó a Dios y pensaba que la religión debería ser un asunto estrictamente personal.

Defendió la libertad, la solidaridad y el solidarismo y se le considera como una de las fuentes del anarquismo.

Su influjo fue determinante en los acontecimientos de 1830 y 1848. Durante la década de 1850 al 60 dominó la sección francesa de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores o Primera Internacional.

Louis Blanc (1811-1882) Su habilidad periodística hizo que pudiese tomar las ideas de otros autores y hacerlas llegar de manera más claras ante el gran público, en su obra La Organización del Trabajo, publicada en 1841.

Para él, el mayor de los males que aquejaban a la sociedad estaba constituido por la competencia. Proponía como solución la organización de talleres comunes de trabajo.

Los talleres fracasaron ante el empuje conservador, no sin dejar como respuesta algunas insurrecciones populares.

Entre otros pensadores que realizaron algunas contribuciones parciales al pensamiento utópico, podemos señalar a Edward Bellamy con su obra Looking Backward, Auguste Blanqui, y Etienne Cavet, quien en 1840, y bajo la influencia de los Carbonarios italianos y de las ideas de Owen, publicó Viaje a Icaria, cuyos postulados trataron de llevarse a cabo en 1848, con  un intento de establecer, una comunidad en Texas (aunque realmente se estableció en Illinois), no pudo alcanzar el modelo previsto y el mismo Cavet la abandonó.  Este experimento, fracasó en 1895.


Socialismo, el paraíso terrenal 01

No podemos omitir a Flora Tristán (1803-1844), quien se consideraba como mujer socialista y obrera feminista feminismo, a fines del siglo XIX ocupó un lugar dentro de los pensadores socialistas. Su obra más conocida es Las peregrinaciones de una paria, publicada en 1838, anio más tarde, en 1843, publicó el folleto La Union Ouvrière en el que, al final, plantea los siguientes argumentos:

1. Constituir la clase obrera mediante una unión estrecha, sólida e indisoluble.
 2. Hacer que la clase obrera esté representada ante la nación por un Defensor elegido por los sindicatos obreros y pagado por ellos a fin de que quede bien establecido que esta clase tiene su derecho de existencia, y que las demás clases aceptan este derecho.
 3. Protestar en nombre de este derecho, contra usurpaciones y privilegios.
 4. Asegurar el reconocimiento de la legitimidad de la propiedad de los brazos (de la propiété de bras). En Francia 25 millones de trabajadores no tienen más que la propiedad de sus brazos.
 5. Asegurar el reconocimiento de que es legítimo el derecho al trabajo para todos, tanto hombre como mujer.
 6. Examinar las posibilidades de la organización de los trabajadores dentro de la situación social existente.
 7. Levantar en todos los departamentos palacios de la unión de trabajadores, en los cuales los hijos de los obreros recibirían instrucción tanto intelectual como técnica, y en los cuales se admitirían trabajadores y trabajadoras víctimas de accidentes de trabajo y a los enfermos y a los ancianos.
 8. Reconocer la necesidad urgente de dar a las mujeres del pueblo una educación moral, intelectual y técnica, a fin de que ellas puedan llegar a ser el influjo que moralice a sus hombres.
 9. Reconocer, en principio, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres como único medio de establecer la unidad humana.

Puedes completar estos datos en el libro La llamada Revolución Industrial.

Para saber más:







[1] SAINT SIMON, Henry de, citado por GINER, Salvador, Historia del Pensamiento Social , pág. 460.

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